Todo tiene un antes y un después, pero el después cada vez llega antes.
Queremos lo último y lo último es lo de hace días, semanas y, a lo sumo, un par de meses. Porque productos de 2-3 años de antigüedad son del pleistoceno.
Quizá por esto, el sal con algo rápido aunque no sea perfecto (a veces ni siquiera bueno) que se utiliza con los servicios web para adelantarse a la competencia se ha trasladado también al hardware.
Las versiones 0 fallan más que nunca: coches con defectos de fábrica que provocan averías de cientos de euros, terminales móviles con graves problemas conocidos… Y da igual.
Da lo mismo porque las noticias del día siguiente cubren lo que ha pasado hoy. Pasa con los desastres naturales, las guerras, los coches, los muebles, los smartphones y con todo. ¿Por qué preocuparse de la calidad si nadie lo valora? Queremos algo lucido, exclusivo si puede ser (a la par que barato/asequible) y sobre todo nuevo. Ya nos encargaremos luego de defenderlo de los fallos, a fin de cuenta nos hemos dejado un dinero en él.
Hace 3 días se me cayó el teléfono por segunda vez en 10 meses (Google Nexus 4 / LG E960). La 1a vez me hizo un pique en la pantalla. La 2a vez la pantalla se ha hecho añicos y el teléfono ha quedado inutilizado. Suelo ser bastante cuidadoso con todo y más con algo que me ha costado 300 € y que, francamente, estaba disfrutando… es mi primer smartphone.
Que la mitad de la superficie de un teléfono así sea tan frágil da que pensar. Que repararlo cueste 100 €, también.
Y no, no pienso pasarme a iPhone.
Por cierto, y por si alguien tiene interés en los temas de obsolescencia programada, podéis echar un ojo al documental «Comprar, tirar, comprar«. Recomendable aunque lo miréis con ojos críticos.